domingo, 7 de mayo de 2017

XVII MARATÓN ORNITOLÓGICO 2.017


Otra primavera más, y con este alcanzamos la redonda cifra de 10, hemos participado en el Maratón Ornitológico que organiza la Sociedad Española de Ornitología.

Con el muy poco tiempo que nos deja los distintos líos de vida que llevamos cada uno de los archibebes este año ni siquiera hemos podido hacer una prospección previa y decidimos hacer más o menos el mismo recorrido de años anteriores.
Comenzamos, como ya es habitual, antes del amanecer a mitad de puerto de Navacerrada por la vertiente segoviana pues la participación se circunscribe a la comunidad de Castilla y León.
Este año hace bastante frío, lo que es malo para nosotros, pero buenos para las aves, pues estarán más activas a lo largo de toda la jornada.
Los más madrugadores, como viene siendo habitual, son el petirrojo y el mirlo. Este año nos falla el cárabo en este punto. Afortunadamente nos sale cuando subimos al puerto para pillar especies de más altura como acentor y verderón serrano que solo tendremos en este punto del recorrido.
Contactamos con el mirlo acuático  en las tres paradas que tenemos en distintos puntos del río Eresma, nos alegra porque nunca nos había pasado, aunque claro, solo suma una vez.


En Valsaín hay mucha actividad y seguimos sumando paseriformes a buen ritmo. Incluso se forman térmicas que aprovechan buitre leonado y buitre negro, milano real y negro, águila calzada… pero nos vuelve a fallar la imperial. Estamos en el sitio adecuado para verla pero un año más no se presenta.

En la parada que hacemos junto a  un cortado del río Cega camino de Sepúlveda disfrutamos de una preciosa hembra (suponemos por el tamaño) de halcón peregrino. Nos da la sensación de que cada año hay más leonados criando aquí. No vemos a los alimoches pero seguro que no andarán lejos.
Llegamos al Duratón con más especies que el mejor de nuestros años y con solo media hora de retraso respecto a aquel maratón que usamos como referencia.
En la primera parada paramera sacamos todo lo esperado, collalba gris y rubia, bisbita campestre, terrera, cogujada montesina y calandria, y sobre el cortado cercano ya vemos volar a los alimoches que antes fallaron.

De rupícolas registramos roquero solitario y avión roquero que nos faltaban, y antes de abandonar la zona ya tenemos todas las especies de currucas, así que nos ponemos rumbo a la laguna de Cantalejo antes de tirar millas hacia Valladolid.
Hacemos una parada para comer en una chopera a orillas del Duratón. Además del avituallamiento disfrutamos de un bisbita arbóreo nada asustadizo, aunque esta especie ya la teníamos en la bolsa. 

En Cantalejo nos encontramos con muy poco agua en la laguna pero apuntamos lo esperado, carriceros común y tordal, zampullín, focha, polla de agua, aguilucho lagunero  e incluso rascón.
Nuestra referencia en este punto es de 5 especies más aunque con un retraso de 45 minutos. 


Pero la cosa apunta muy bien, siempre y cuando se porte la zona de Villafáfila que es la que marca la diferencias.

Nuestro paso por Castronuño y la ribera del Duero no aporta demasiado nuevo aunque sacamos  gorrión moruno, mosquitero ibérico y martín pescador, que siempre son de agradecer. En la garcera que visitamos descubrimos con pesadumbre que se ha caído el árbol sobre el que estaban los nidos de martinetes y garcillas bueyeras. Aunque vemos ejemplares de estas dos especies y apuntamos también la garza imperial. Ni rastro de garcetas.
Tomamos rumbo hacia Villafáfila con 113 especies de momento. Curiosamente la misma cifra en este punto que en tres de las cuatro últimas participaciones.
No nos sobra demasiado tiempo pero aún así decidimos hacer una parada en la carretera desde la que se ve el borde de la pequeña dehesa de encinas que tenemos de camino. Sabemos que hay elanio porque lo hemos visto algún año en otras visitas pero no en maratones. Y bingo, nada más poner el catalejo observamos a una pareja sobre la encina más próxima que tenemos (aunque a buena distancia). Totalmente ajenos a nuestra indiscreta mirada nos brindan incluso con una cópula. ¡Feliz descendencia!.
En la misma parada vemos la primera avutarda y un búho campestre. Parece que es un buen año de topillos porque pudimos ver y disfrutar de sus vuelos rasantes de caza en más ocasiones lo que quedaba de jornada. 
buscando al buho chico...

La laguna de Villarrín tenía poco agua y por tanto poco pato. Sin embargo teníamos una pequeña colección de limícolas: cigüeñuela, avoceta, correlimos común y menudo, andarríos bastardo, chorlitejo grande, chorlito gris y combatientes. Estos últimos con variados plumajes que ya iban tomando el colorido nupcial. Y tampoco faltaban los homónimos de nuestro grupo: archibebe común, archibebe claro y …, la rareza americana que todo el mundo buscaba estos días por aquí, archibebe patigualdo chico.
Desde Otero la laguna grande se aprecia muy escasa de agua quedando ésta reducida a la zona más cercana a Villafáfila por lo que decidimos ir a la zona de la depuradora del pueblo.

En el camino observamos un búho campestre “a huevo” posado sobre una estaca, pero tenemos que ignorarle (son las cosas que tiene un maratón) porque en el lado contrario del coche alguien ha visto correr a una perdiz y necesitamos verla todos. Increíblemente a estas alturas de la jornada es la primera perdiz y no la teníamos.
Se nos echa la noche encima y la lista no ha crecido al ritmo que traíamos a lo largo del día.

Nos queda probar a sacar todas las nocturnas que podamos para arreglarlo. Hacemos varias paradas de escucha en pistas fuera de la carretera y en todas ellas oímos codorniz. Otros años no había tanta. También se escucha mucha perdiz y nos acordamos de aquel búho campestre que no disfrutamos en la carretera de Otero por su culpa. Este año no se presenta a la cita nocturna ni el alcaraván, que nos falla casi siempre, ni el sisón, que no solía fallar. Cómo cambian las cosas de un año a otro.
La lechuza la pillamos donde siempre y en la chopera donde sacamos al autillo éste se hace mucho de rogar. Mientras le esperamos se escuchan unos quejidos que no reconocemos en un principio pero que finalmente encontramos que se trata del sonido de los pollos de búho chico. Nos había fallado en el pinar donde solemos buscarlo.

Y de esta manera cerramos la lista con 148 especies, nuestra segunda mejor marca. Contentos pero a la vez con cierto sabor agridulce porque a poco que hubiéramos tenido un poco de más suerte podríamos haber superado nuestro techo.

En cualquier caso una formidable e intensa jornada de pajareo entre amigos.