Este año, bien por motivos familiares, bien por compromisos
“electorales”, solo íbamos a poder realizar el maratón tres componentes de los
Archibebes Tintos: Jose Manuel, Eduardo y Félix. El resto del personal estuvo
presente en nuestros pensamientos y nuestros comentarios durante toda la
jornada de pajareo, sintiendo además su apoyo en el grupo de whatsapp.
Dado que el año pasado tuvimos el mejor resultado de todos
los maratones el planteamiento era claro: usaríamos como referencia la tabla de
tiempos y especies en los distintos puntos del recorrido de 2014.
Comenzamos la jornada con noche cerrada todavía casi a pie
de puerto por la vertiente segoviana. Esta vez apenas hacía frío pero había
menos ambiente que el año pasado. En seguida escuchamos un breve (pero válido)
reclamo de cárabo aunque, esta vez, ni rastro del chotacabras. Apuntamos al
siempre madrugador petirrojo y ya empezando a clarear el día subimos a lo alto
del puerto para registrar las especies propias de esas alturas.
Había bastante nubes en el cielo y no solo de las de agua. Un
nutrido y escandaloso grupo de cuervos formaban otra nube sobre la vertical del
mismo puerto. Suponemos que habrían compartido dormidero en la zona. En fin,
tanto cuervo pero solo cuenta uno para formar parte de la lista.
Aparecieron los habituales del pinar, trepador azul,
agateador, pinzón, herrerillo capuchino, carbonero garrapinos y común, … y una
agradable sorpresa. El canto insistente de un papamoscas cerrojillo que ya tan
temprano podíamos incorporar a la lista. De reyezuelos solo sumamos al listado
pues el sencillo (que no lo es tanto) no le dio por cantar por allí. Antes de
empezar a bajar pudimos sumar también acentor y verderón serrano (más
complicados después de este punto del recorrido)
En el puente del Eresma se resistieron los piquituertos, aunque saldrían más tarde. Apuntamos aquí entre otros arrendajo, picapinos, chochín, capirotada y un madrugador buitre negro al que seguimos con los prismáticos para contemplar cómo se posaba sobre su plataforma nido.
En la zona de Boca del Asno el mirlo acuático estaba donde se le esperaba. A éste ya le podríamos poner nombre y tutearle pues le conocemos desde hace bastantes años.
Siempre es agradable llegar a Valsaín donde desde el puente
se tiene una amplia vista de cielo, pueblo, prados y lomas. Aquí apuntamos
entre otros ruiseñor común y bastardo, verderón común, pardillo, abubilla, cuco
y las aves comunes asociadas a medios urbanos como gorrión, paloma, golondrina,
avión común o grajilla. El cielo estaba bastante nublado e invitaba poco a los
vuelos de las rapaces tan habituales en esta zona, sumando únicamente milano
negro y un ratonero posado sobre un murete.
En el cerro a la salida del pueblo añadimos curruca
carrasqueña, escribano soteño, mosquitero papialbo, totovía y alcaudón real.
Sobre los tejados del pueblo las chovas piquirrojas hacían sus acrobacias y
escuchamos por primera vez esta primavera a la llamativa oropéndola.
En la zona de robledal paramos donde hacía dos semanas nos
había sorprendido el rápido tamborileo y los chillidos territoriales del
pequeño pico menor (valga la redundancia). Nunca había salido en maratones
anteriores y estábamos convencidos de que esta vez saldría. No fue así, pero en
su lugar había otro guirigay de
chillidos que se correspondían con otro pícido, el torcecuello, que además de
oír pudimos contemplar en sus quehaceres de marcaje de territorio. Antes de
irnos sumamos a la lista en esta zona gorrión chillón, pito real, zarcero común
y milano real.
¡Qué pocas rapaces para una zona tan buena! Ni siquiera en
la parada del embalse veríamos como otros años en esta zona águilas calzadas o
culebreras. Lo más espectacular era mirar hacia el puerto, donde las nubes
formaban lo que se conoce como mammatus o nubes mastodónticas.
En la parada del cerro que hacemos a la salida de la Granja estuvimos
siguiendo a una lejana rapaz que apuntaba formas de abejero pero que finalmente
descartamos añadir a la lista porque no estaba suficientemente claro. Lo que sí
que pudimos observar con claridad y con gran sorpresa fue un esmerejón posado.
También le habíamos visto un par de semanas antes pero le suponíamos de paso en
esos días. Así que tan encantados como él de que le hubiese gustado la zona
para quedarse algo más de tiempo en su viaje al norte.
Dejamos por fin la zona de sierra segoviana calcando el
horario de referencia pero con 7 especies menos. Uff no pinta tan bien como el
año pasado, habrá que esmerarse…
Camino del Duratón vamos añadiendo a la lista desde el coche
tórtola turca (la europea está cada vez más cara), cernícalo, águila calzada
(no me sale lo de llamarle aguililla), y ¿una lavandera boyera posada sobre un
mojón kilométrico? ¡qué cosas!.
En la parada del río Cega en la misma térmica donde ciclean
los buitres leonados encontramos una pareja de alimoches, que aunque lo tenemos
bien localizado en Duratón lo añadimos con premura a la lista (ave que vuela a
la libreta, y más vale pájaro en mano…).
En una parada al azar de un par de minutos a un lado de la
carretera para ver si oíamos algo nuevo Jose Manuel nos alerta de una gran
rapaz sobre nosotros. Una preciosa y vieja águila real, esto sí que ha sido
suerte.
Pero la suerte no va a durar mucho. según llegamos al páramo
próximo a Sepúlveda el plomizo cielo que lleva avisando toda la mañana empieza
a descargar, con poca intensidad pero con constancia. La molesta lluvia no nos
abandonaría en toda esta zona del Duratón. Sobre todo molesta para nosotros
porque afortunadamente los pájaros no estaban mudos ni inactivos del todo.
Encontramos enseguida a la guapa collalba rubia pero la gris
(mucho más común en estos parajes) se nos resistiría mucho más. Sumamos también
alaúdidos como la alondra, la terrera o la cogujada montesina que tanto desde
el suelo como desde la vertical formaban una buena banda sonora.
En el asomo a una de las hoces incorporamos a la lista
zorzal común, abejarucos en vuelo y al azulado roquero solitario que este año
salió a la primera sin necesidad de insistirle.
Antes de abandonar el páramo para bajar hacia Burgomillodo sumamos
a un precioso aguilucho cenizo que nos pasa muy cerca y las calandrias que
cantan como si no lloviese nada. Pero en la zona donde solemos pillar las
currucas la lluvia se hace más insistente y decidimos comer bajo techo dentro
del coche para ver si amaina un poco. Fue el único momento donde resultó
positivo ser solo tres porque ya era bastante incómodo de por sí. Bajo la
lluvia pero con la ventanilla abierta se dejó escuchar la curruca tomillera por
lo que salimos encapuchados para confirmarla visualmente. No nos salió aquí la
zarcera ni el escribano hortelano como el año pasado.
Cuando reanudamos el camino y llegamos al final del cañón
deja de llover y nos da un respiro. Nada más bajar del coche vemos salir del
cortado al halcón peregrino. Nos alegra bastante porque los últimos años n le
habíamos vuelto a ver (quizás el búho real de la zona, al que tampoco hemos
visto, tiene algo de culpa en ello). Añadimos además avión roquero y poco más
tarde en el valle de al lado curruca rabilarga y alcaudón común.
Antes de abandonar la zona en dirección al Duero nos
acercamos a la laguna de Cantalojas, que bien podrían llamarla de “Cantarranas”
por el estridente concierto de batracios que la ambientaba. Nos llevamos en la
mochila al zampullín común, que resulta más complicado después de aquí, además
de focha y carricero tordal.
Y partimos raudos hacia Castronuño, con el horario incluso
más temprano que el de referencia pero con un déficit de 8 especies. Intentamos
animarnos, a pesar de la climatología adversa nos vamos defendiendo, y nos
estamos comparando con un año que ha sido el mejor de todos.
De camino hacia el Duero parece que el cielo abre algo y
dejaremos atrás la lluvia definitivamente.
En la garcera que visitamos las bueyeras y los martinetes
están con su mejor plumaje del año preciosos a vista del telescopio. La garza
imperial se hace de rogar pero también aparece volando y desaparece al dejarse
caer sobre el carrizal. Una garceta común en vuelo completa la familia (ya
habíamos apuntado garza real tiempo atrás).
En el paseo que hacemos por el trozo de bosque de ribera del
Duero a su paso por Toro nos sale el mosquitero ibérico que no para de cantar,
y el pájaro moscón que suena desde las zonas altas de los chopos.
Para terminar la jornada nos dirigimos a la última zona (y
la mejor) del recorrido. Vamos con 6 especies menos que el año pasado a estas
alturas y con muy poco retraso por lo que todavía hay posibilidades de hacer
una buena marca.
De camino vemos y apuntamos los grupos de cernícalos
primillas en vuelos de caza, aguilucho pálido igualmente de caza a ras de suelo
y, al cruzar uno de los pueblos, el pequeño mochuelo sobre uno de los tejados.
Primero entramos por Villarrín de Campos donde su pequeña
laguna nos sorprende por la variedad de especies que encontramos: cigüeñuela,
avoceta, archibebe común, andarríos grande y chico, avefría, un combatiente con
el plumaje casi blanco. También pagaza y fumarel cariblanco. Y por sorpresa,
mientras barríamos con el telescopio, un elanio azul posado en una torreta
(bienvenido sea siempre).
¡Qué buena pinta tiene esto!
Pero que bajón nos da enseguida cuando llegamos a Otero y comprobamos
que apenas hay agua en la Laguna Grande. Eso podría explicar que hubiera tanto
en Villarrín.
Donde más esperábamos apenas anotamos algún limícola más
como correlimos común y chorlito gris, gaviotas reidora y sombría, y tarro
blanco, cuchara y ansar común. Al menos tenemos la suerte de que una canastera
sobrevuela el observatorio donde nos encontramos para darnos el único atisbo de
alegría.
Hasta la omnipresente en la zona avutarda tarda en salir más
de la cuenta.
En la casa del parque añadimos algunos pocos más como el
porrón común, el rascón, el chorlitejo chico y un zarapito real.
Nos acercamos sin muchas expectativas (con bastante
fundamento) a la laguna de Barillos donde, la que otros años aportaba tan buen
material de especies, se mostraba como una superficie de tierra sin una gota de
agua. ¡¡¡Importante pinchazo!!!
No es tarde todavía pero ya solo podemos aspirar a la
recolección de nocturnas.
Afortunadamente no se dio mal esta parte. El búho chico
salió en el pinar donde se le esperaba. Llegamos con todavía mucha luz a la
pequeña chopera donde confiábamos escuchar al autillo, así que decidimos probar
una pista cercana para otras especies mientras tanto y ésta resultó muy buena.
Cada vez que parábamos el coche se escuchaba un sisón e incluso pudimos verlo
con el telescopio (con lo que nos cuesta otros años…). También escuchamos el
canto de la codorniz y pudimos ver a la lechuza campestre en vuelo sobre el
horizonte. El que no quiso colaborar y no se retrató fue el alcaraván.
Volvimos a la chopera del autillo, donde se hizo un rato
esperar. Pero mientras estuvimos muy entretenidos contemplando las disputas
entre un águila calzada y un milano negro que entre chillidos no paraban de
cruzarse e incluso tocar sus garras.
Despedimos el día como ya es costumbre con el fantasmal
encuentro con la lechuza. No tardó apenas en salir a darnos las buenas noches
en cuanto llegamos a su casa.
La dama blanca hacía la especie 141, que suponía 12 menos
que el año pasado (nuestro mejor año).
Teniendo en cuenta la adversidad
climatológica de la primera mitad del recorrido y, sobre todo, el poco agua de
Villafáfila tampoco había estado del todo mal.
No sé si del todo satisfechos, pero desde luego muy
contentos de la experiencia de pajareo intenso que ofrece hacer el maratón
ornitológico, nos pusimos en camino hacia el dormidero en Benavente donde
disfrutamos de la cena y el descanso merecidos.
Los números de esta participación:
Horario: 6:25 - 22:15
Total de especies
localizadas: 141
Total de kilómetros
recorridos: 394